Si un ciudadano de buena fe se va a ofrecer como trabajador de los ideales, gratis, sin cobrar nada, a cualquier fuerza política importante; probablemente sea ignorado. Es que las reglas de la política cambiaron, así como Einstein revolucionó las ciencias naturales, las ciencias sociales han dado un viraje extraordinario. Al amparo de las nuevas tecnologías y parida por la globalización de los 90, el participar ciudadano pasó a ser una actividad pasiva. La encuesta permanente permite saber qué piensa la gente, sin tener que recurrir a los militantes que en otros tiempos con su tacto suponían por dónde corría el ideario del pueblo. Tampoco es necesario gente que pinte, volantee, haga discurso de forma desinteresada, pues es mas útil el que cobra. Éste último nunca va a abandonar la estructura, su sueldo depende de ella y no puede desacordar con sus dirigentes. En cambio, el individuo que lo hace por convicción, sin gasto para las arcas de la organización, puede discernir y así restarle poder al dirigente de turno. Entonces aparecen empresas consultoras, asesores de imágenes, publicistas y las decisiones las toman unos pocos, comprando el trabajo político a los distintos organismos mencionados anteriormente.
La sociedad sólo, de tanto en tanto, elige entre pocas opciones de lo mismo, sufragando a quien mejor contrató para realizar la labor cívica que siempre le correspondió a los hombres y las mujeres comunes del país. Nación otrora orgullosa por la participación política de su pueblo, hoy no genera el menor entusiasmo ningún candidato, porque aunque alguien acuerde con tal o cual aspirante a un puesto, no formará parte de su crecimiento, de las decisiones ni de los fracasos. Ahí es donde surgen los ómnibus pagos, los actos poco espontáneos que cada vez son menos reflejo de la realidad y son despreciados por los dirigentes. No necesitan de gente que vaya por ideales, desalientan a ese tipo de personas, quieren que todos y cada uno de los que participan de su estructura tengan algo que dependa de ella.
A los que quieran subir...¡Bienvenidos al Tren!
La sociedad sólo, de tanto en tanto, elige entre pocas opciones de lo mismo, sufragando a quien mejor contrató para realizar la labor cívica que siempre le correspondió a los hombres y las mujeres comunes del país. Nación otrora orgullosa por la participación política de su pueblo, hoy no genera el menor entusiasmo ningún candidato, porque aunque alguien acuerde con tal o cual aspirante a un puesto, no formará parte de su crecimiento, de las decisiones ni de los fracasos. Ahí es donde surgen los ómnibus pagos, los actos poco espontáneos que cada vez son menos reflejo de la realidad y son despreciados por los dirigentes. No necesitan de gente que vaya por ideales, desalientan a ese tipo de personas, quieren que todos y cada uno de los que participan de su estructura tengan algo que dependa de ella.
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